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En una sociedad en la que la inmediatez, el consumismo y la obsolescencia programada priman, el movimiento slow ha venido para quedarse. La slow fashion, o literalmente moda lenta, hace frente a toda esa filosofía actual de usar y tirar. Podríamos resumirla en la famosa frase de Vivienne Westwood “buy less, choose well, make it last” (compra menos, escoge bien y hazlo durar). Si eres un amante de la moda y quieres dedicarte profesionalmente al sector, Esneca es tu mejor opción. No te pierdas nuestro máster online en asesoría de imagen. Y acompáñanos, te explicamos qué es la moda lenta y cuáles son sus ventajas y beneficios respecto a la fast fashion.

Slow fashion vs fast fashion

El concepto de slow fashion fue acuñado por Kate Fletcher en 2007. Fletcher, profesora de Sostenibilidad, Diseño y Moda en la Universidad de las Artes de Londres, ideó el término en contraposición a la fast fashion. Intentaba hacer hincapié en que una moda sostenible, ecológica y comprometida, tanto con el medio ambiente como con los derechos de los trabajadores, es posible.

La industria de la moda es la segunda industria más contaminante del planeta. No solo por los vertidos de productos químicos y tintes que acaban en mares y ríos, sino también porque genera una gran cantidad de residuos físicos. Cada prenda de ropa que compramos tiene un promedio de uso de únicamente 7 veces, y por norma general no son materias naturales ni biodegradables a corto plazo, lo que produce unos 12 millones de toneladas de residuos de ropa al año.

Kate Fletcher, con su concepto de slow fashion quiso dejar en evidencia a esta sociedad consumista y exponer una nueva forma de consumir moda. Sin embargo, aunque el término se utilizó desde entonces a niveles universitarios y profesionales, no fue hasta 2013 cuando se hizo popularmente conocido.

El Rana Plaza o cuándo solo una catástrofe nos hace despertar

Fue el 23 de abril de 2013 cuando los hacinados trabajadores del Rana Plaza, un edificio en Daca (Bangladesh) donde se trabajaba para la industria textil, oyeron crujir el suelo. Huyeron despavoridos pero, sin embargo, fueron obligados a volver al trabajo. En países como Bangladesh, donde los derechos laborales no son ni parecidos a los occidentales, los trabajadores volvieron a sus puestos de trabajo. Al día siguiente el edificio se derrumbó, dejando más de 1000 fallecidos y más de 2000 heridos.

Y como tantas otras veces, fue necesaria una catástrofe para que la sociedad abriera los ojos y empezara a mirar de frente a lo que el consumo excesivo y desenfrenado de prendas textiles estaba provocando. A partir de ese desgraciado momento, el término slow fashion se hizo popular.

Las pésimas condiciones de los trabajadores del Rana Plaza hicieron ruborizarse a una sociedad que comenzó a darse cuenta de que ciertas obligaciones laborales y ecológicas eran exigibles a las empresas de la moda. Así, las grandes compañías textiles implementaron ciertas mejoras para el trabajador y en términos de sostenibilidad. Aún tienen mucho trabajo por hacer, pero ese fue el comienzo.

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Filosofía slow fashion: ventajas y beneficios

Este movimiento no es tan solo, como su nombre indica, una moda. Es más bien una filosofía. Es una forma de entender todo el proceso de producción, desde el origen de las materias primas hasta el momento de la venta al cliente. Siempre centrándose en la producción y consumo responsable, la moda sostenible o la ropa ética solo tiene puntos a favor.

Materiales ecológicos y de calidad

La utilización de materias primas naturales y con procesos de producción sostenibles es uno de los pilares de la slow fashion. Si a eso le añadimos que son materiales de calidad y duraderos, conseguimos un doble beneficio, ya que el medio ambiente no se ve dañado ni por una producción agresiva ni por residuos excesivos.

Transparencia en los procesos de producción

Muchas veces las grandes empresas hablan de procesos de producción sostenibles, pero no se aseguran de que esos sean reales y se lleven verdaderamente a cabo. Sin embargo, en esta filosofía productiva es necesario que esa transparencia exista porque es parte de su fundamento. La trazabilidad de las prendas, es decir, poder saber qué productor, medio de transporte o forma de venta tiene cada producto, es parte de lo que la slow fashion propone. Es una forma de poder asegurar que todo ese proceso sostenible es real.

Esta trazabilidad nos ayuda a cerciorarnos de que los procesos son ecológicamente sostenibles y que las condiciones laborales de los trabajadores en las diferentes fases de la producción son las adecuadas.

Consumo responsable

Como ya hemos dicho, una mayor calidad en las prendas es una de las ventajas que encontramos en la moda sostenible. Eso supone que al tener una mayor durabilidad hacemos un consumo responsable comprando menos ropa, lo que supone un ahorro de recursos y se reduce el impacto negativo de la industria textil. Al evitar el agotamiento innecesario de recursos naturales también estamos ayudando a revertir situaciones de injusticia en los países de origen de esas materias primas. El consumo responsable no es solo “comprar menos”, supone un ciclo que beneficia a todo lo que engloba el proceso productivo.

Diseños más exclusivos

De nuevo, la durabilidad de las prendas nos lleva a otra de sus ventajas: exclusividad. El hecho de que sean prendas que no se fabrican en cantidades tan grandes como las propias de la industria tradicional, hace que tengan unos diseños más cuidados y más exclusivos siendo uno de sus puntos más atractivos de cara al cliente. La exclusividad unida a la atemporalidad hacen que quienes escogen este tipo de prendas vistan de una manera única comparado con quiénes adquieren su ropa en las tiendas habituales del centro comercial.

En resumen, la slow fashion, que surgió tan solo como un concepto explicativo, se ha convertido en los últimos años en toda una filosofía productiva que se centra en un consumo y proceso sostenible y responsable. Con toda la necesidad que tiene nuestro planeta de frenar en número y ritmo de producción, todo el movimiento slow (slow food, slow education, slow living…) le está ayudando a respirar. El consumidor va siendo más consciente de la necesidad real que tenemos de reducir ese ritmo desenfrenado de consumo, y son cada vez más las personas que se unen a este movimiento en busca de una mejor calidad y una menor huella en el planeta.