La infancia es una etapa clave en el desarrollo emocional, social y cognitivo de las personas. En el caso de los niños de 6 a 12 años, es habitual que surjan ciertos comportamientos que pongan a prueba los límites, la autoridad o la convivencia en casa y en la escuela. Acompáñanos para conocer cuáles son los problemas de conducta en niños de 6 a 12 años más frecuentes, y también en adolescentes.
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Índice de contenidos
¿Cuáles son los problemas de conducta en niños de 6 a 12 años?
Los problemas de conducta en niños de 6 a 12 años, cuando son persistentes, disruptivos o inadecuados, se pueden llegar a considerar un problema de comportamiento. Además, si no se abordan adecuadamente, pueden derivar en pautas y tendencias más difíciles de tratar en la adolescencia.
Agresividad verbal o física
Muchos niños manifiestan su malestar o frustración a través de gritos, insultos, empujones o golpes. Esta agresividad puede estar dirigida a compañeros, familiares o incluso objetos y, a menudo, es una forma de llamar la atención o expresar emociones que no saben gestionar de otra manera.
Desobediencia constante
Aunque es normal que los niños pongan a prueba los límites, cuando la desobediencia se convierte en la norma y se niegan repetidamente a seguir instrucciones, puede estar indicando un problema de conducta. Esta actitud desafiante puede generar conflictos en el hogar o en el aula y deteriorar la relación con adultos de referencia.
Rabietas excesivas
Si bien las rabietas son más frecuentes en la primera infancia, hay niños mayores que siguen reaccionando de forma desproporcionada ante la frustración. Estos estallidos emocionales pueden incluir gritos, llanto intenso o comportamiento destructivo, y suelen reflejar una baja tolerancia a la frustración.
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Mentiras frecuentes
Mentir de forma ocasional puede ser parte del desarrollo, pero cuando se convierte en un hábito, puede señalar inseguridad, miedo a castigos excesivos o dificultad para asumir responsabilidades. A veces, las mentiras son una vía de escape para evitar consecuencias o llamar la atención.
Algunos niños tienen dificultades para integrarse en grupos, compartir, respetar turnos o establecer vínculos saludables. Esto puede derivar en aislamiento, acoso escolar o comportamientos disruptivos como mecanismo de defensa.
Impulsividad e hiperactividad
Actuar sin pensar, moverse constantemente, irrumpir conversaciones o tener problemas para concentrarse pueden ser señales de un trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), pero también puede formar parte de una conducta inmadura o mal gestionada. La impulsividad suele generar problemas tanto académicos como sociales.
Desafío a la autoridad
Algunos niños tienden a cuestionar, provocar o desafiar de forma sistemática a figuras de autoridad como padres o docentes. Este patrón puede derivar en un trastorno negativista desafiante si es persistente y se combina con hostilidad e ira frecuente.
Desinterés por las normas
Saltarse reglas de convivencia, evitar responsabilidades o mostrar indiferencia por las consecuencias de sus actos puede ser una forma de oposición pasiva o una señal de falta de límites claros en casa o en la escuela.
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Problemas de conducta en adolescentes de 13 a 15 años
La adolescencia temprana es un momento de cambios profundos a nivel físico, psicológico y social. La búsqueda de identidad, la necesidad de independencia y la presión del entorno pueden derivar en comportamientos conflictivos. Reconocer estos signos a tiempo puede evitar que se consoliden patrones problemáticos.
Rebeldía e incumplimiento de normas
Desobedecer normas familiares o escolares es un clásico en esta etapa. La rebeldía puede ser una expresión de la necesidad de diferenciarse de los adultos, pero si es extrema o constante, puede generar conflictos graves y afectar al desarrollo personal y académico.
Cambios bruscos de humor
Los adolescentes pueden pasar rápidamente de la euforia al enfado o la tristeza. Aunque estos cambios están relacionados con el desarrollo hormonal, también pueden ocultar problemas emocionales no expresados adecuadamente, como ansiedad o frustración.
Cuando un adolescente se encierra en sí mismo, evita el contacto con familiares, amigos o docentes, puede estar atravesando una etapa de inseguridad o desarrollar un cuadro de depresión. El aislamiento también puede ser consecuencia de problemas de acoso escolar o baja autoestima.
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Conductas agresivas
La violencia física o verbal puede intensificarse en la adolescencia como forma de imponer poder, defenderse o liberar tensión acumulada. Este tipo de comportamiento puede derivar en sanciones escolares, conflictos legales o relaciones sociales tóxicas.
Fugas del hogar
Algunos adolescentes responden a los límites escapando temporalmente de casa. Estas conductas pueden ser esporádicas, pero si se repiten, es importante investigar el contexto familiar, posibles situaciones de abuso o negligencia, y buscar apoyo profesional.
Consumo de sustancias
Aunque no es frecuente a edades tan tempranas, algunos adolescentes comienzan a experimentar con alcohol, tabaco o drogas como forma de integración social o de evasión emocional. Estas conductas son especialmente alarmantes y requieren una intervención inmediata.
Estas son las principales corrientes psicológicas en infantil. ¡Conócelas!
Mentiras sistemáticas
Ocultar información, inventar excusas o construir relatos falsos es una forma común de evitar castigos o ganar autonomía. Sin embargo, cuando las mentiras se vuelven parte habitual de la comunicación, pueden erosionar la confianza con padres y tutores.
Bajo rendimiento escolar
La falta de motivación, los cambios de interés o las dificultades emocionales pueden reflejarse en un descenso del rendimiento académico. Esto, a su vez, puede afectar la autoestima del adolescente y generar un círculo vicioso de desánimo y rebeldía.
Relaciones conflictivas con adultos
Los enfrentamientos constantes con padres, profesores o figuras de autoridad pueden reflejar una necesidad no resuelta de reconocimiento o una carencia de habilidades para gestionar el diálogo y la frustración. En algunos casos, estas relaciones se vuelven tensas y marcadas por el resentimiento o la indiferencia.
Los problemas de conducta en niños y adolescentes no deben entenderse como simples actos de rebeldía o maldad, sino como una vía para expresar necesidades emocionales insatisfechas, una dificultad en la gestión emocional o un entorno poco favorable. Identificar estos comportamientos y observar su frecuencia es clave par acompañar a los menores en su desarrollo.
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