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En situaciones de estrés, miedo o ansiedad, nuestro cuerpo y mente pueden reaccionar de diferentes maneras para buscar alivio. En algunas ocasiones, recurrimos al deporte para controlarlo. En otras, sin embargo, nos refugiamos en la comida. Y lo hacemos repetidamente. Aquí es cuando aparece el comer emocional, una situación que, más que alimentarnos y nutrirnos, busca saciar nuestras necesidades emocionales. Hoy hablamos sobre la comida emocional y te explicamos cómo cambiar este hábito compulsivo. Y si te gustaría especializarte en este ámbito, no dudes en formarte a través del curso coach nutricional. Adquirirás conocimientos sólidos sobre cómo mantener una relación sana con la comida. 

¿Qué es el comer emocional y cuándo aparece?

Todos hemos oído alguna vez la típica excusa de “cuando estoy nervioso, comer algo me ayuda”, “con la ansiedad me da por comer”…. Estas frases tan escuchadas hacen referencia a eso que llamamos el “comer emocional”. Este concepto, también conocido como “hambre emocional” es el que nos permite “esconder” nuestras emociones en la comida.

El comer emocional es aquel hambre que no atiende al estómago, sino al cerebro y a nuestras emociones. Achacamos el comer emocional a la ansiedad, pero al final la ansiedad es un aviso de que algo nos preocupa. Utilizar la comida como un calmante a ese nerviosismo da lugar al comer emocional.

¿Cómo identificamos el comer emocional?

Como ya hemos dicho, el comer emocional no responde a un hambre real. Y hay diversas características que nos permiten reconocer esta situación:

Hambre repentina

En el comer emocional, la supuesta sensación de hambre aparece repentinamente. Como una idea que se cruza en tu mente, pero no responde a un proceso gradual como sí ocurre con el hambre real. Una de las preguntas que puedes hacerte si crees que estás experimentando este problema es: ¿me comería una manzana ahora mismo? Si la respuesta es no, seguramente estés experimentando hambre emocional. Y es que, cuando sentimos este tipo de hambre, solemos decantarnos por alimentos poco sanos, como dulces o ultraprocesados.

Sin horario

El comer emocional no tiene horarios. No corresponde ni con las tres comidas principales del día, ni tampoco con las horas en las que podríamos “snackear” (media mañana y media tarde). El hambre irreal aparece a las horas menos pensadas, intempestivas incluso.

Posponer el comer

En el hambre real, somos capaces de posponer el hecho de alimentarnos. En cambio, cuando nos aparece el hambre emocional, no atendemos a razones y sentimos que se trata de una necesidad “urgente” e inamovible.

Cantidad variable

El comer emocional no atiende a razones ni a cantidades. Uno de los síntomas de que tu hambre no es real es que la cantidad de comida que ingieres responde a tu estado de ánimo, no a una decisión racional.

Sin control y con sentimiento de culpabilidad

Otro signo claro de que estamos saciando nuestra ansiedad y no nuestras necesidades nutricionales es el control y la culpabilidad que sentimos cuando comemos de manera emocional. Además, mientras tiene lugar este comer emocional, no tenemos conciencia ni siquiera experimentamos el sabor de lo que comemos.

¿Qué podemos hacer ante el comer emocional?

Este hábito incorrecto se activa en nuestro cerebro, indicándonos que debemos comer por motivos emocionales, y al saciarlo, nos proporciona instantáneamente una sensación de bienestar. Sin embargo, una vez hecho, se acaba la recompensa y volvemos al inicio de la rueda.

Para acabar con el comer emocional, debemos ser conscientes de cómo y porqué comemos. Una vez detectada el hambre emocional, intentaremos buscar las emociones que nos empujan a ello y buscaremos métodos para gestionarlas.

Sin embargo, no es fácil detectar rápidamente en qué situaciones o con qué emociones nos abocamos a comer. Veamos a continuación cómo podemos abandonar este hábito:

Técnica de los 5 minutos contra el hambre emocional

La primera técnica que puedes utilizar para deshacerte de tu hábito de comer emocional es la de los 5 minutos. Para aplicarla solo necesitarás un papel y un lápiz y un reloj. Además de las ganas de acabar con tu hábito.

Anota en el papel el hábito que vas a romper y vamos a identificar primero los motivos por los que se produce nuestro impulso de comer. Para ello, cuando aparezca, responde las siguientes preguntas y anota las respuestas en el papel:

    • ¿Qué estaba haciendo hasta ahora?
    • ¿Qué hora es?
    • ¿Dónde estoy?
    • ¿Tengo hambre real?
    • ¿Con quién estoy?
    • ¿Cómo me siento?

Una vez tengas este cuestionario rellenado unas cuantas veces, te será más fácil identificar patrones de conducta. Asimismo, al entretenernos a rellenar nuestro propio cuestionario, frenamos un poco el impulso de ir a por comida rápidamente.

Sigue con esta técnica. Una vez aparezca el impulso, mira tu reloj y fíjate el objetivo de aguantar 5 minutos sin comer. Pásalos como puedas, intentando entretenerte lo mejor que puedas. Una vez hayan pasado, recupera la pregunta: ¿Tengo aún tantas ganas de comer compulsivamente como antes?

Si has conseguido controlar el impulso, ¡genial! Si finamente, no puedes controlarlo y acabas comiendo para obtener tu recompensa (de sensación positiva), escribe cómo te sientes tras ello. Te ayudará a encontrar pistas sobre qué es lo que buscas sentir con la comida.

Finalmente, recuerda que puedes acudir a los profesionales de la salud y la nutrición, ellos siempre tendrán herramientas disponibles para ayudar a mejorar tus hábitos alimenticios.