91 005 91 27

El comportamiento humano es el resultado de múltiples factores: biológicos, psicológicos y sociales. En el caso de niños y adolescentes, estas conductas pueden ser aún más complejas debido a la etapa de desarrollo en la que se encuentran. Cuando ciertos comportamientos se vuelven persistentes, desafiantes y afectan negativamente al entorno escolar, familiar o social, podemos estar ante un trastorno grave de conducta. Este tipo de alteración no debe confundirse con una simple desobediencia o rebeldía puntual, ya que pueden requerir intervención especializada y apoyo continuo.

Estudia psicología infantil y adolescente y aprende a identificar los síntomas del trastorno grave de conducta, a prevenirlo y desarrollar intervenciones efectivas. ¡Transforma hoy tu futuro!

¿Qué es un trastorno de conducta grave?

Un trastorno grave de conducta es una alteración del comportamiento que se manifiesta a través de acciones disruptivas, agresivas, desafiantes o antisociales. Se caracteriza por una persistencia en el tiempo (más de seis meses), una intensidad superior a lo esperado para la edad del menor y una afectación significativa de su entorno (familia, escuela, comunidad).

A diferencia de los comportamientos desafiantes típicos de ciertas etapas del desarrollo, el trastorno de conducta grave implica una falta notable de control de impulsos, escasa empatía, desprecio por las normas y, en algunos casos, actitudes que pueden atentar contra los derechos de los demás.

Este tipo de trastorno no solo genera un sufrimiento importante en quien lo padece, sino también en su entorno más próximo. Padres, docentes y compañeros pueden sentirse desbordados ante conductas que van desde las amenazas verbales hasta la violencia física o el vandalismo.

Tres ejemplos de trastorno de conducta

Lo veremos más claro a partir de tres ejemplos de trastorno de conducta que ilustran cómo funcionan y afectan estas condiciones a quienes lo sufren:

  • Ejemplo 1: Andrés, 9 años, trastorno negativista desafiante. Andrés se niega sistemáticamente a seguir instrucciones, responde con sarcasmo, grita y hace comentarios hirientes. En la escuela, interrumpe constantemente y provoca a sus compañeros. Aunque no ha cometida actos violentos, su comportamiento ha deteriorado su rendimiento escolar y su relación con otros niños.
  • Ejemplo 2: Sofía, 14 años, trastorno disocial. Sofía ha sido sorprendida robando en varias ocasiones, ha dañado objetos en su colegio y ha participado en peleas físicas. No muestra remordimiento por sus actos y ha sido sancionada por ausentismo injustificado. Sus padres están preocupados porque creen que se relaciona con un grupo de adolescentes que promueven conductas antisociales. Sofía presenta una actitud fría y distante frente a sus figuras de autoridad.
  • Ejemplo 3: Martín, 11 años, trastorno explosivo intermitente. Martín suele tener episodios de furia ante situaciones mínimas: si pierde un juego, si le quitan un objeto o si no logra lo que quiere. Durante estos episodios rompe objetos, se autolesiona o grita durante varios minutos. Fuera de estas crisis, es un niño tranquilo y afectuoso. Su familia ha comenzado a acudir a terapia para ayudarle a manejar la frustración y aprender estrategias de regulación emocional.

Máster en Psicología Infantil y Adolescente + Máster en Coaching y en Inteligencia Emocional Infantil y Juvenil

¿Cuáles son los tipos de trastorno de conducta?

Dentro del espectro de estos trastornos, encontramos diversas formas de manifestación. Veamos cuáles son los tipos de trastorno de conducta que existen:

Trastorno negativista desafiante (TND)

Este tipo suele aparecer en niños en edad preescolar o escolar. Se manifiesta como un patrón recurrente de comportamiento negativista, hostil, desafiante y desobediente hacia figuras de autoridad. Algunos síntomas del trastorno negativista desafiante incluyen:

  • Discusiones constantes con adultos.
  • Negación activa de cumplir normas.
  • Actitudes vengativas o rencorosas.
  • Irritabilidad frecuente.

Aunque no siempre implica agresividad física, puede escalar si no se interviene a tiempo.

Trastorno disocial o de conducta propiamente dicho

Se da con mayor frecuencia en la adolescencia. En este caso, el menor muestra un patrón de comportamiento que viola sistemáticamente los derechos de los demás o las normas sociales. En este sentido, conductas típicas del trastorno disocial incluyen mentiras frecuentes, robos o hurtos, agresiones físicas a personas o animales, destrucción de la propiedad ajena o ausentismo escolar recurrente sin causa justificada.

Este tipo de trastorno de conducta es más grave y puede estar vinculado con problemas legales o incluso con futuros trastornos de personalidad.

Trastorno explosivo intermitente (TEI)

Aunque menos conocido, este trastorno implica episodios de ira desproporcionada, impulsiva y repetitiva. Se diferencia de otros trastornos porque los estallidos son breves pero intensos y muchas veces no están planificados ni dirigidos a obtener beneficios concretos. El menor puede pasar rápidamente de la calma a una explosión emocional que incluye gritos, insultos, destrucción de objetos o agresión.

Trastorno de conducta asociado a condiciones neuropsiquiátricas

En ocasiones, el trastorno de conducta se presenta como un síntoma secundario dentro de cuadros más amplios, como:

  • Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
  • Trastorno del espectro autista (TEA).
  • Depresión, bipolaridad u otros trastornos del estado de ánimo.
  • Trastornos de ansiedad.

Estudiar los másters y cursos de psicología de Esneca

¿Cómo se comporta un niño con trastorno de conducta?

El comportamiento de un niño en estas circunstancias puede variar según el tipo específico, la edad y el entorno, pero existen patrones comunes que se suelen repetir:

Conductas agresivas o violentas

Incluyen golpear, morder, empujar o patear a otros. También es posible que los niños con conductas agresivas o violentes maltraten animales, rompan objetos, amenacen verbal o físicamente o, incluso, muestren placer o indiferencia ante el daño que causan.

Desobediencia sistemática

La figura de autoridad pierde su credibilidad y el niño actúa como si no existieran consecuencias reales. Algunas actitudes habituales son:

  • Ignorar órdenes, normas o límites establecidos.
  • Negarse a realizar tareas escolares o domésticas.
  • Adoptar una actitud desafiante frente a adultos.
  • Huir de casa o del colegio.

Manipulación o engaño

Se miente para evitar responsabilidades o bien para obtener beneficios. También, el niño puede culpar a otros de sus errores, inventar historias, distorsionar la realidad o robar objetos de compañeros o familiares.

Aunque puede parecer una conducta propia de ciertas etapas evolutivas, en el caso del trastorno de conducta, estas acciones son persistentes, conscientes y con una intención clara de transgredir.

Falta de empatía y remordimiento

Este rasgo puede ser uno de los más preocupantes, ya que dificulta el aprendizaje moral y la reparación del daño causado. Incluye conductas como:

  • No sentir culpa tras hacer daño.
  • Minimizar o justificar conductas agresivas.
  • Mostrar escasa sensibilidad emocional.
  • Tener dificultades para establecer vínculos afectivos duraderos.

Detectar a tiempo un trastorno de conducta grave puede marcar la diferencia entre un desarrollo saludable o una evolución hacia problemas mayores en la adolescencia y la adultez. Estos trastornos no son el resultado de “niños malos” ni de “padres incapaces”, sino de una combinación de factores que requieren atención clínica, compromiso familiar y un entorno educativo comprensivo y bien formado.

¿Te gustaría aprender más? ¡Estudia la formación en psicología infantil y adolescente y prepárate para hacer frente a todo tipo de conductas y ayudar a los más jóvenes a lograr su bienestar mental y emocional! Inscríbete y transforma hoy tu futuro con Esneca Business School.

Máster en Psicología Infantil y Adolescente + Máster en Coaching y en Inteligencia Emocional Infantil y Juvenil